Defensa de la Fé

Defensa de la Fé
y la sana Doctrina.

viernes, 18 de junio de 2010

EL CLERO Y EL LAICADO


El clero y el laicado
Pero cuando hubieron pasado relativamente pocos años, comenzaron a proclamarse algunos hombres como señores sobre el pueblo de Dios, constituyéndose como clase aparte, superior, clerical, por encima de los demás, el laicado.
El orgullo espiritual era la nota a destacar entre aquellos “santos especiales”. Tomando el lugar del Espíritu Santo, en vez de predicar con el amor de Cristo a las almas, las conquistaban con la imposición dogmática y visceral, sin remordimientos.
Empezaron a sustituir la verdad por sus propias conclusiones doctrinales y métodos. Por su ansia de poder, empezaron a hacer intentos de congraciar el paganismo con el cristianismo. Ya Pablo habló de estas gentes, de estos impostores de la fe:
“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre: Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hechos 20: 28-30)
Pablo sabía que el “misterio de iniquidad estaba en marcha”:
“Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad” (2 Tesalonicenses 2: 7).
Pablo sabía que había de venir una apostasía auténtica y perversa:
“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse...” (1 Timoteo 4: 1, 2).
Y, “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4: 3, 4).
Esto empezó a ocurrir cuando el paganismo babilónico tomó tintes de cristianismo, y empezó a desbancar al verdadero cristianismo de toda visibilidad, por medios opresores diversos.
Cuando Judas allá por el año 70 o 75 después de Cristo, escribió su única Epístola universal, le fue necesario amonestar al pueblo creyente:
“Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 3, 4).
Sólo hay que ver la vida de la inmensa mayoría de los papas adúlteros y fornicarios cuando Judas advierte de esos hombres que “convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios”. ¡Qué contraste con aquellos fieles a Cristo que por no quemar un poco de incienso al César eran llevados a las fieras!

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